La investigadora y militante de Derechos Humanos, Patricia Isasa, participó en la elaboración del dossier y le contó a Tiempo Argentino cómo se recopilaron los documentos que prueban los delitos cometidos en el traspaso de la firma.
Patricia Isasa, una militante de Derechos Humanos independiente, que participó de la elaboración del informe Papel Prensa - La Verdad, aseguró –en diálogo con Tiempo Argentino– que Lidia Papaleo de Graiver sabía que el precio de la fábrica de papel de diario era “su vida y la de su hija” , y que por ese motivo firmó bajo presión la transferencia de acciones durante la dictadura.
La arquitecta, convocada por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, para participar en la recolección y clasificación de documentación vinculada con los Derechos Humanos, precisó que todas las pruebas sobre la apropiación de la empresa estaban dispersas en distintos organismos del Estado y hubo que reunirlas. El reducido grupo interdisciplinario que trabajó jornadas enteras en el Salón Federal de la Secretaría de Comercio, bajo estrictas normas de seguridad y acondicionado para ese fin, persiguió durante los seis meses de labor un solo objetivo: “Llegar a la verdad y documentarla.”
–¿Cómo estaba estructurada la comisión que realizó el informe?
–De cómo se estructuró el trabajo, se puede inferir cómo estructuramos la Comisión Papel Prensa “en la búsqueda de la verdad”. Un grupo abordó la parte histórica, que indagó en todo lo que tiene que ver con un recorrido cronológico desde las primeras ideas fundacionales hasta nuestros días. Otro grupo que trabajó en paralelo, también con una organización cronológica, desentrañó todo lo que fue la construcción y deconstrucción de los paquetes accionarios y todas las alteraciones que sufrió. Lo investigará la justicia, pero podríamos pensar que hubo cosas muy fraudulentas. El tercer grupo fue el que investigó toda la parte de los Derechos Humanos.
El informe está estructurado en tres ejes y hubo tres áreas de trabajo. Si bien todos conocíamos y trabajábamos colectivamente y coordenadamente, a la vez cada uno tenía un área específica. Estábamos al tanto de los ritmos y los cambios y los descubrimientos que iba habiendo en cada eje.
–¿Fue complejo analizar las 27 mil fojas del informe completo?
–Costó mucho, no fue fácil. Había muchísimo material histórico, de juzgados. Con el material tuvimos mucho cuidado, usábamos guantes para tratar los expedientes como los de CONAREPA. El tema seguridad también fue muy importante, hubo mucho respeto sobre esto, para que no se filtrase información y eso sucedió. Incluso hubo fantasías, especulaciones alocadas sobre lo que se iba a hacer con Papel Prensa hasta horas antes de la presentación que realizó la presidenta.
–Cuando se conforma la comisión, ¿el material ya había sido recopilado?
–No todo el material. Hay cosas que se fueron solicitando a medida que fue avanzando. El propio trabajo fue llevando a necesidades de más información o más documentación y eso fue solicitado. También estuvieron las presentaciones espontáneas de Lidia Papaleo y Rafael Ianover, que realizaron en lo que nosotros llamábamos “Papel Prensa viva”. Por supuesto que esto no es una presentación judicial. Estamos hablando de una comisión que hizo un aporte, que hizo un reordenamiento, una búsqueda de material, de información.
Todo estaba como un puzzle desarmado, yo creo que ex profeso para que no se llegara a la verdad. Por eso, me parece que la comisión que buscó esa verdad, se le aproximó mucho. La última palabra la tiene la justicia.
–Las fuentes de las áreas contable e histórica son organismos como la Inspección General de Justicia, la Sindicatura General de la Nación, etc. En Derechos Humanos, ¿dónde estaba esa información?
–Alguna fue producida por los propios represores y es muy concreta. También voy a responder como víctima de la represión. Tanto mientras estuve desaparecida, como el tiempo que estuve detenida, yo padecí la burocracia de los militares. Fotos, dedos pintados, identificaciones. Al año montaron una parodia de interrogatorio a cara descubierta, con máquinas de escribir y nos obligaban a declarar en contra nuestra. Había una burocracia. Nosotros accedimos a parte de esa burocracia.
–¿Estaba en reparticiones del Estado?
–Nosotros la buscamos en partes del Estado, y por eso pudimos acceder a esa documentación. CONAREPA es parte del Estado, todavía está ahí. Recuerdo que nosotros dijimos lo mismo que Cristina cuando estábamos trabajando. Pensamos: “Qué loco que esto todavía exista.” Es un sello de goma. También existe el BANADE. Es una oficinita con dos personas. Hay testimonios bajo torturas. La información está, si la buscás y la solicitás, te la dan. Me consta. En mi caso personal, encontré muchísima documentación que no se sabía dónde estaba. Pude encontrarla, acceder, copiarla, y como no existía una instancia judicial por las leyes de impunidad, me la tuve que llevar a España. Por otro lado, hay documentación que luego de la vuelta a la democracia fue apareciendo, que se les escapó. Nada es perfecto, si no sería eterno.
–¿Cómo se planteaba la búsqueda de la información?
–La búsqueda es un devenir. Tenés un nudo, y para desentrañarlo, necesitás documentación y a la vez, en esa misma documentación, te encontrás con nuditos más pequeños. En las tres áreas ocurrió así.
–¿Cuál fue el objetivo?
–Llegar a la verdad, desenmarañar qué había pasado. Si había un vínculo, porque no se partió de la base que existió ese vínculo. Llegamos a la conclusión que se quería sacar del medio la sucesión y a la persona que podía decirle a Lidia que no venda: Jorge Rubinstein. Era el que podía llevar adelante a todas las empresas del Grupo. A Rubinstein lo mataron. Lo intentaron asesinar en un brutal accidente y no lo lograron. Después, lo mataron en la sala de tortura. Está la autopsia, a pesar de que estaba desaparecido. Hubo que verla y hubo que pensar qué información está y cuál falta. Faltó autopsiar los genitales, las muñecas y los tobillos. Lo que podía demostrar que estaba atado y que lo torturaron.
–¿Qué resistencias encontraron para entregar la información?
–El Estado no es una cosa uniforme, monocorde. Pasa de todo, hay gente que cuando vas a buscar algo se engancha, otra que no le interesa, o que ese día estaba cansada o que está muy comprometida y te da los papeles al otro día. En general, todas las cosas que nosotros necesitamos, nos fueron dadas. Dentro del marco de una investigación no judicial. Esto no fue un juzgado o una unidad fiscal. Un tema típico que se utilizó y se utiliza: “Papel Prensa se compró con la plata de Montoneros”. Es mentira porque la operación fue anterior a que supuestamente (David) Graiver recibe el dinero. Pero además, estuvo (Alberto) D’Agostino, un oficial de la Marina (la interna era de Massera contra Videla y Martínez de Hoz), un auditor que trabajó en Papel Prensa. Ese auditor, a mediados de los ’80 declaró ante el fiscal Molina y dijo que nunca consideraron esa hipótesis. Es una hipótesis fraguada, metida para hablar mal de los Graiver y para justificar el secuestro de la familia.
–¿Cúantos especialistas trabajaron?
–Éramos un grupo pequeño. Se trabajó durante muchísimas horas, teníamos un lugar físico en la Secretaría de Comercio Interior. Realmente, por el delicado material histórico, trabajamos con mucho cuidado. Las llaves estaban en un sobrecito, cada uno que entraba y salía tenía que anotar. Teníamos un armario, si lo abríamos se rompía el sobre y luego se entregaba la llave. Eran cuestiones de seguridad que nos pusimos nosotros mismos para cuidar mucho lo que fue el informe. No se filtró nada. Al punto de que los diarios fantasearon cosas ridículas y la presidenta terminó haciendo algo lógico, enviarlo a la justicia para que se investigue profundamente con declaraciones bajo juramente y con testigos.
–¿Cuáles eran las medidas de seguridad?
–Básicamente no hablar del tema, para que nada se filtrase. No comentar para que esto fuera lo que fue un trabajo serio hecho por un grupo de gente seria.
–¿Cómo los convocaron?
–A mí me convocaron, tuve una reunión con Moreno. Si bien no soy del equipo de Moreno, sí puedo decir que mucho de lo que se dice no es cierto. Puedo dar fe de que es gente incorruptible. Una vez comentaron que recibieron unos plasmas y que así como llegaron, los devolvieron e hicieron la denuncia. Gente realmente incorruptible, que no es poco en este ambiente de comercio donde se manejan precios. Me parece que había empresas, corporaciones, cámaras muy acostumbradas al negocio, al soborno, a la dádiva, al canje. Yo puedo dar fe de que eso no corre más.
–Un ministro dijo en off que “Moreno no tiene ataques de locura sino de tranquilidad”, ¿es cierto?
–Yo, la verdad, me topé con un tipo realmente agradable, ameno, lúcido, concreto que no nos puso ninguna limitación a la hora de producir y buscar información en la medida en que se pudo encontrar y avanzar. Me acuerdo el día que tuvo el altercado con (Juan Manuel) Soaje Pinto, me dijo “lo que peor me puso fue cuando para provocarme me habló de la muerte de mis compañeros”. Soaje Pinto era un tipo vinculado a la Triple A. Esa no es la respuesta de ese otro Moreno que se pinta en la calle. Él me lo dijo con dolor. Yo muchas veces le insistí en que tenía que salir a hablar para que se cayera todo ese mito. No era el que yo leía en los diarios. Eso que se dice o que pasa Canal 13.
–¿Cómo funcionaba cada subcomisión dentro de la elaboración del informe? ¿Había alguien que centralizaba la información?
–Bueno, había un referente, había referentes naturales. A mi me tocó la parte de Derechos Humanos. Por trabajo propio, uno va involucrando la experiencia. Fuimos un equipo de trabajo y hubo distintos niveles de responsabilidad y de compromiso. Yo tengo un compromiso de sangre con esto. Lo hice y lo volvería a hacer diez mil veces más.
–¿Cómo se ordenaron los datos?
Lo escribimos un poco entre todos, fue una producción corregida varias veces. Se buscó ecuanimidad. Una cosa ordenadora fue armar una línea de tiempo. Poner los tres ejes estructurantes en imágenes. Y ver que algunos hechos cruzaban los tres ejes, como la muerte de Graiver, el golpe, la sucesión de secuestros. La venta supuesta también cruza los tres ejes. El hecho de que todos lo pudiésemos ver el trabajo.
–¿Por qué los abogados de Magnetto y Mitre llevaron el lunes el informe Papel Prensa - La Verdad a la justicia?
–Porque tienen cola de paja. Mi especulación es que llevaron una parte de informe nada más. Consideraran que eso es todo. Pero hay 27 mil fojas. Por supuesto hay más documentación e información. Y hay muchísima más que va a encontrar la justicia. Esto es un principio un boceto perfectible
–¿Cómo se sintió cuando la presidenta, finalmente, presentó el trabajo?
–Sentí que era una pena que no estuviera mi vieja. Porque estaría orgullosa de todo lo que hicimos, de cómo lo hicimos, de todo el esfuerzo, de horas y horas, de irme a las once de la noche. O de trabajar hasta la una. De revisar y encontrar cosas que no podía creerlo.
–Fue un compromiso…
–De todo lo que dijo la presidenta me impactó cómo pudo captar y comprender la complejidad de esto. Porque se hizo de una manera turbia, oscura, para que no saliera a la luz toda la parte accionaria y toda la parte de Derechos Humanos que es absolutamente oscura.
–¿Que había leído antes la presidenta?
–Lo que puedo contar es que se terminó casi al filo de presentarlo. Puedo decir que estaba al tanto, me sorprendió porque no tenía idea de lo informados que están los jefes de Estado. Me demuestra que está muy al tanto de muchas otras cosas. Son personas involucradas. No es la idea que tengo de Menem o de De la Rúa, que estaba como enajenado.
–¿Que pensó cuando al día siguiente de la presentación del informe, Clarín publicó declaraciones de Isidoro Graiver ante escribano ?
–Que son capaces de todo. Sentí lo mismo que con los represores, que por plata son capaces de cualquier cosa.
–¿Quiénes son capaces de todo?
–Los dueños de Clarín y La Nación. No así de La Razón, porque (José) Pirillo tuvo una honestidad que marcó la diferencia. Es esa otra burguesía, un empresario con código, con límites. Hacen negocios pero no se manchan las manos, no mandan a matar gente. Acá hay que pensar que a Rubinstein alguien lo mandó matar. Alguien lo mató, pero otro dio la orden. Alguien pidió que lo sacasen del medio al mejor estilo mafioso.
–Tiempo Argentino pudo reflejar el viraje en las declaraciones de Isidoro Graiver
–Eso es una prueba palmaria de que dijo cosas espontáneamente, sin dinero de por medio y libre, y luego dice otra. Y decir que Lidia estaba en libertad… Lidia nunca dijo lo contrario. Como pasó con otros empresarios y con gente común que perdió su casa, que era el botín de guerra. Lo que ella dijo es que estuvo presionada, que fue obligada y que no tuvo la libertad de elegir. Y luego, todos esos argumentos ridículos que no lo vendió, que no sabía el precio. Y el precio sí lo sabía, era la vida. El precio de Papel Prensa en ese momento era la vida. La suya y la de su hija.